TIBIO
Anoche escuché una predica que tocó mi corazón, te la voy a parafrasear un poco y agregar mi cuchara.
El protagonista de esta entrada es Sansón, un chico que desde su nacimiento fue consagrado a Dios, “nazareno” apartado para el Señor y su obra, los ángeles mismos instruyeron a sus padres de cómo deberían criarlo. ¿Habría alguien más ungido que él? Lo dudo. La biblia dice que desde su nacimiento el “Espíritu de Dios” estaba sobre él. Y Sansón hizo GRANDES proezas, no te creas.
Lo cierto es que Sansón tuvo victoria en todo porque el Señor estaba con él, pero había algo en Sansón, algo muy extraño.
¡¿Qué?! ¿No se supone que este era un hombre de Dios, separado y santo? ¿Qué le pasó?
Lo que a muchos nos pasa, nos gusta jugar con el pecado, nos gusta jugar con Dios.
Cuando decidimos vivir una vida totalmente consagrada a Dios empezamos a darnos cuenta que hay ciertas exigencias dentro de esta nueva vida, y una de ellas es el vivir en santidad. Y te hablo de santidad en todo sentido, empezamos a sentirnos incómodos en ciertas situaciones donde anteriormente no lo estábamos, ya no nos sentimos bien haciendo o diciendo ciertas cosas, etc… y si decides hacer caso a esa voz y apartarte pues entonces has empezado a caminar en santidad.
Sin embargo, existe otra forma de pensar, una manera de ver las cosas muy distinta a la que debe ser, queremos sacarle la vuelta a Dios. Con Dios, difícilmente nos va mal, de echo SIEMPRE tenemos la victoria en TODO, no hay bendiciones cortas en una vida con Dios y esa es la pura verdad. Tal cual vivía Sansón, así es la vida de un cristiano, de victoria en victoria. ¡Qué bonito! Todo es muy chévere con Dios, ¿cierto?... Y sí lo es, a costo y precio de vivir en santidad. Exacto, hay un precio que pagar, hay un sacrificio, siempre hay algo debes dejar, porque el requisito indispensable para esto es morir a ti.
Sansón no entendió esto, el quería “lo mejor de dos mundos”, viviendo como él quería y recibiendo las bendiciones de Dios. Vivía una doble vida, y su doble vida lo llevó a la muerte.
Finalmente, Sansón es atrapado por su propio pecado, podemos decir que el tipo era un burro y era más que evidente que lo querían matar y él cayó redondito, pero te cuento que así somos todos. En mi vida yo fui como Sansón. Me decía al corazón, “una fiesta más y vuelvo a ti Señor”, “que acabe esta relación y vuelvo a ti”, “una última emoción y vuelvo a ti”, “una última droga y regreso…” día tras día, año tras año, hasta que todo terminó por matarme. En mi interior estaba muerta, sin ganas de vivir, sin ganas de volver, preguntándome porqué al resto le iba tan bien viviendo igual que yo y a mi no. Lo cierto es que yo decidí apartarme de Dios, y no vivir una doble vida, pero en cierta manera el ejemplo funciona. Esta entrada es para la iglesia de hoy en día (que me incluye a mi) que ha pensado que puede vivir en Cristo y también en pecado. Que piensa que puede jugar con la salvación, que piensa que puede decirle a Dios: “voy a la iglesia, sirvo, te alabo, predico, pero también déjame gozármela un poco”, “ser cristiano no tiene que ser tan aburrido”, “Dios es amor y su gracia me salva, así que no importa lo que haga”.
Pues hoy te digo lo siguiente: Sí importa. Tienes que cortar con todo lo que te aparte de Dios, tienes que apartarte y tomar una decisión en tu corazón, puedes servir y predicar, pero si no aplicas tu corazón y enderezas tus pasos de nada te va a servir. Y sé que mis palabras son duras y hasta difíciles de digerir, pero la verdad casi siempre es cruda y es dura. El cristiano es santo, “nazareno”, apartado del mal. No es un juego, es un compromiso con la verdad, un casamiento con el evangelio. Y no te sientas ofendido, esto va primeramente para mi.
El protagonista de esta entrada es Sansón, un chico que desde su nacimiento fue consagrado a Dios, “nazareno” apartado para el Señor y su obra, los ángeles mismos instruyeron a sus padres de cómo deberían criarlo. ¿Habría alguien más ungido que él? Lo dudo. La biblia dice que desde su nacimiento el “Espíritu de Dios” estaba sobre él. Y Sansón hizo GRANDES proezas, no te creas.
Lo cierto es que Sansón tuvo victoria en todo porque el Señor estaba con él, pero había algo en Sansón, algo muy extraño.
“Un día Sansón fue a Gaza, donde vio a una prostituta. Entonces entró para pasar la noche con ella.”
Jueces 16:1 NVI
¡¿Qué?! ¿No se supone que este era un hombre de Dios, separado y santo? ¿Qué le pasó?
Lo que a muchos nos pasa, nos gusta jugar con el pecado, nos gusta jugar con Dios.
Cuando decidimos vivir una vida totalmente consagrada a Dios empezamos a darnos cuenta que hay ciertas exigencias dentro de esta nueva vida, y una de ellas es el vivir en santidad. Y te hablo de santidad en todo sentido, empezamos a sentirnos incómodos en ciertas situaciones donde anteriormente no lo estábamos, ya no nos sentimos bien haciendo o diciendo ciertas cosas, etc… y si decides hacer caso a esa voz y apartarte pues entonces has empezado a caminar en santidad.
Sin embargo, existe otra forma de pensar, una manera de ver las cosas muy distinta a la que debe ser, queremos sacarle la vuelta a Dios. Con Dios, difícilmente nos va mal, de echo SIEMPRE tenemos la victoria en TODO, no hay bendiciones cortas en una vida con Dios y esa es la pura verdad. Tal cual vivía Sansón, así es la vida de un cristiano, de victoria en victoria. ¡Qué bonito! Todo es muy chévere con Dios, ¿cierto?... Y sí lo es, a costo y precio de vivir en santidad. Exacto, hay un precio que pagar, hay un sacrificio, siempre hay algo debes dejar, porque el requisito indispensable para esto es morir a ti.
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Gálatas 2:20 RV60
Sansón no entendió esto, el quería “lo mejor de dos mundos”, viviendo como él quería y recibiendo las bendiciones de Dios. Vivía una doble vida, y su doble vida lo llevó a la muerte.
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!
Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.”
Apocalipsis 3:15-16
Finalmente, Sansón es atrapado por su propio pecado, podemos decir que el tipo era un burro y era más que evidente que lo querían matar y él cayó redondito, pero te cuento que así somos todos. En mi vida yo fui como Sansón. Me decía al corazón, “una fiesta más y vuelvo a ti Señor”, “que acabe esta relación y vuelvo a ti”, “una última emoción y vuelvo a ti”, “una última droga y regreso…” día tras día, año tras año, hasta que todo terminó por matarme. En mi interior estaba muerta, sin ganas de vivir, sin ganas de volver, preguntándome porqué al resto le iba tan bien viviendo igual que yo y a mi no. Lo cierto es que yo decidí apartarme de Dios, y no vivir una doble vida, pero en cierta manera el ejemplo funciona. Esta entrada es para la iglesia de hoy en día (que me incluye a mi) que ha pensado que puede vivir en Cristo y también en pecado. Que piensa que puede jugar con la salvación, que piensa que puede decirle a Dios: “voy a la iglesia, sirvo, te alabo, predico, pero también déjame gozármela un poco”, “ser cristiano no tiene que ser tan aburrido”, “Dios es amor y su gracia me salva, así que no importa lo que haga”.
Pues hoy te digo lo siguiente: Sí importa. Tienes que cortar con todo lo que te aparte de Dios, tienes que apartarte y tomar una decisión en tu corazón, puedes servir y predicar, pero si no aplicas tu corazón y enderezas tus pasos de nada te va a servir. Y sé que mis palabras son duras y hasta difíciles de digerir, pero la verdad casi siempre es cruda y es dura. El cristiano es santo, “nazareno”, apartado del mal. No es un juego, es un compromiso con la verdad, un casamiento con el evangelio. Y no te sientas ofendido, esto va primeramente para mi.
¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan?
Proverbios 6:27 RV60

Comentarios
Publicar un comentario